Hace varios años, el Dr. Jay Adams estaba respondiendo un panel de preguntas en una conferencia de orientación en San Diego. Un hombre levantó la mano y preguntó: “¿Debemos aplicar la disciplina eclesiástica a las personas que no son miembros de nuestra iglesia?” “No, por supuesto que no,” respondió Jay en su inimitable estilo de firmeza afectuosa. “La disciplina de la iglesia es sólo para creyentes.” Un estruendo inquisitivo atravesó la sala, así
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